Pues por los anos de las falsas vacas gordas, cuando el PP y los bancos espanoles se frotaban las manos pensando en el negocio sucio e insostenible en cualquier sociedad de la especulacion inmobiliaria sin medida, (herencia de la falta de miras economicas de la organizacion madre del PP; el franquismo, cuya base economica iba dirigida casi exclusivamente a la obtencion facil de dinero rapido con el turismo; relacion esta que se puede observar al notar la extrana coincidencia entre el fundador del grupo popular, franquitsa y Ministro de Turismo del Regimen dictatorial, Manuel Fraga con la consecucion de bases economicas falsas, insuficientes e insostenibles), que estaban comenzando a poner en marcha, yo habia acabado el esquema narrativo de un libro, su titulo y su final de El Limite. Lo habia escrito para entretenerme escribiendo mi propia pelicula pero tambien para intentar suavizar mi problematica con chicas que no alcanzaba porque no podia, o porque asi lo creia. El resultado consistio en que la problematica se transformo en indecision. Entre chicas, me refiero, aunque tarde en tener novia mas que en los seis intentos para que me consideraran merecedor de que condujese por las calles de Vigo de los noventa y pese a que considero a George Clooney atractivo, de George nunca quise nada mas que ser el. Aunque, como el 80 % de los heterosexuales no me negaria a aparecer en pantalla con el, a menos que sea en el papel de Robin, claro... Y despues, la problematica consistio en que cansado de tener paciencia, iba descartando a las chicas demasiado rapido. Pero aprendi. A conducir, digo. El coche, no la vida. Mi vida la empezo a pilotar un avion u otro (cosa que siempre me horrorizo), y como el Flight Simulator no me vio preparado para aterrizar ni en Newark con una avioneta por la tarde y con cielos despejados, mi vida la empezo a conducir la unica decision que tuve: cualquier cosa menos quedarse en Vigo, y si es para volar, ya mejor si tal en un sitio que pueda aportar trabajo de I+D, o sea, claramente, como Ochoa descubrio, en cualquier pais de ellos en la frase: que inventen ellos.
Pues el caso es que antes de saber nada de Matrix, pero si de Ijon Tichi, escribi el esquema de El Limite, y parte del desenlace, en el cual integre una descripcion que mira tu por donde, se convirtio en una especie de premonicion.
Anteayer sali tarde del laboratorio (Centro de Entomologia de la Universidad de Mississippi) y decidi ir a una pizzeria en lugar de dirigirme a mi fria habitacion de Hervest Hall. Al margen de que tengo bastante presente lo que escribo y de que nunca jamas me vi en la situacion de imaginarme que tal vez algun dia cruzaria el charco ahi estaba, en una carretera con 5 carriles con mediana, de noche, lloviendo y andando sin paraguas por el borde de la carretera. Y unos truenos nocturnos como nunca los habia oido en Cataluna me hicieron alejar de la cercania de los arboles mas proximos.
-Concho, esto me suena mucho. Que raro.
Y ahora copio y pego el texto del El Limite que escribi a los 18 anos sabiendo equivocadamente que nunca jamas iria a USA:
Pues el caso es que antes de saber nada de Matrix, pero si de Ijon Tichi, escribi el esquema de El Limite, y parte del desenlace, en el cual integre una descripcion que mira tu por donde, se convirtio en una especie de premonicion.
Anteayer sali tarde del laboratorio (Centro de Entomologia de la Universidad de Mississippi) y decidi ir a una pizzeria en lugar de dirigirme a mi fria habitacion de Hervest Hall. Al margen de que tengo bastante presente lo que escribo y de que nunca jamas me vi en la situacion de imaginarme que tal vez algun dia cruzaria el charco ahi estaba, en una carretera con 5 carriles con mediana, de noche, lloviendo y andando sin paraguas por el borde de la carretera. Y unos truenos nocturnos como nunca los habia oido en Cataluna me hicieron alejar de la cercania de los arboles mas proximos.
-Concho, esto me suena mucho. Que raro.
Y ahora copio y pego el texto del El Limite que escribi a los 18 anos sabiendo equivocadamente que nunca jamas iria a USA:
Un frío viento me golpeaba la cara y una
fina lluvia caía ligera sobre mí. A lo lejos, las luces brillantes de la ciudad
de Nueva York hacían distinguibles los altos y elegantes edificios de aquel
oscuro cielo nocturno. Respiré profundamente. El aire limpio y natural me
reconfortaba. Me encontraba a las afueras de la ciudad, a partir de ese momento
iría a pie pues no debía perturbar anticipadamente los acontecimientos de
manera descontrolada. Descendí al suelo apoyándome sobre la mojada y oscura
superficie, pediría una entrevista judicial y cambiaría la historia tan solo
con un corto discurso, ese era el plan. Sería mi legado a la humanidad.
Comencé a caminar por el arcén de la
autopista, la lluvia se intensificó y pronto pude oír tronar las nubes. Algunos
destellos cruzaron el cielo iluminando la carretera.
Los vehículos circulaban veloces y silenciosamente
por la autopista a pocos metros de dónde estaba.
Miré al frente, una luz intensa y puntual indicaba
indudablemente la situación de una estación de servicio. Tal vez allí
encontraría a alguien que me pudiera llevar al centro de la ciudad. Caminé
entonces hacia ella con presteza. La noche se estaba cerrando cada vez más y la
tormenta no cesaba de empeorar. Tras un tiempo andando llegué al lugar. Por
suerte allí había un vehículo negro estacionado en el autoservicio. Un hombre
con gabardina estaba de pié fumando.
-¡Hey! -grité -¿me oye? -y saludé con la
mano, pero el sujeto no pareció darse cuenta, tiró el cigarrillo al suelo, lo pisó y entró en el
vehículo.
-¡Eh!, un momento. ¡Espere! -grité. Era
evidente que no me había oído pues encendió el motor y arrancó. Entonces me
puse frente a él con la mano extendida:
-Un momento, por favor -dije y el coche
frenó en seco. Bajó la ventanilla y sacó la cabeza:
-¿Está usted loco?, ¿qué hace ahí?, ¿no se
da cuenta de que podría haberle atropellado? -fue la respuesta que recibí. Me
acerqué a él y dije ofreciéndole la mano:
-Dudo que lo hiciera señor...
-Me llamo Richard -contestó algo
desorientado, posiblemente por mi extraña respuesta.
-Mi nombre es John. Encantado de conocerle
-dije- ¿podría llevarme al centro de la ciudad? Necesito hablar con la policía
lo más pronto posible.
-¿Por qué? -preguntó extrañado- ¿le ha
pasado algo?, ¿se encuentra bien?
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